A la orilla del río
mis extasiados ojos contemplaban
la profusa paleta de colores
con que se pinta el agua:
blancos, azules, amarillos, verdes,
rojos, añiles, tierras, escarlatas...,
abigarrada copia de matices
en fondo de oro y plata,
que a la paleta de un buen pintor
sin duda sobrepasa.
En sus riberas crecen bellas flores
que en su terso cristal miran sus caras,
en él admiran sus bellos colores
cual otro Narciso allí reflejadas.
Cándidos pajarillos cantores
se ocultan entre las espesas ramas,
con sus acordes divinos deleitan
los afectos más íntimos del agua.
Sobre los tersos cristales bruñidos
vuelan veloces con sus lenes alas
las sutiles libélulas,
alfileres azules y esmeraldas.
Sumidas en los líquidos cristales,
surcan como flechas coloreadas
las raudas arcoíris
las cristalinas corrientes rizadas.