Perdí el verso
que te escribía desde el asombro de estas horas
que sobrellevan estos hombros que escuchan tus besos.
Había nieblas sobre el sol acariciado de tus muros
pero te voy a amar sobre lo ronco de tu genio.
Traeras la rueda.
Los giros delirantes de tu deseo.
Solo tendrás gemidos.
Parejas musicales de este sentir.
Estrofas
donde morderé el golpe,
el angulo de cristal de tus hombros.
Allí hincare los dientes.
Con sueños.
Vestiré de blanco mis intenciones
y de huesos de sastres con arterias
te diré la extensión de mis labios
sobre tus hombros ya desnudos.
Así perdí el verso.
Fue una fatiga donde tenia estrellas
de tu nombre sobre mi hombro de hombre.
Litorales.
Aguas que se vuelven turbias
y desamparos y volúmenes y gotas
que nacen en la comisura de mis labios nombrándote.
Fue por la noche mi deseo.
Fueron caballos con sombreros de despedida.
Tu dejabas un camino
y también dejabas un norte desorientado.
Sonoras patas hacían ruido con tu nombre.
Era una guirnalda llena de trotes
y una dulce espera para verte.
¡¡ay!!
que utensilio del cielo que no venga deshecho
me va a presagiar tus labios.
Que desplome sonoro tendrá
la saliva huyendo hacia mi.
Te mando un beso desde este verbo
que es un soplo y son espigas juntándose.
Cuando.
Cuando.
Cuando,
que suena a mar de médulas
y se suma a mis dientes interminables
la eficiencia del ultimo beso que nos dimos.
Ya ves,
guardo la madera del ultimo naufragio
y se me marchan los minutos, desnudos,
cejas desorientadas
que solo saben el nombre de tu nombre.