Paso a paso, beso a beso;
lápiz y papel,
luz fulgurante.
Pausa. Ojos llenos de barro cantando frases.
El susurrante matiz de una vela en su ocaso deleita nuestro ser, ilumina a corto plazo el rostro.
Las manos gritan tras su cuero, gritan,
los cuerpos sudan en pos de dar sentido al papel en blanco, sudan y sudan.
La mirada tiembla, se fija; contradice.
Se apaga la vela y se enciende el fuego; la mirada eso es, es eso.
La mirada está ahora compungida por el silencio de este cuarto,
desorientada por el zarandeado de este barco;
la mirada que no ve, esa es la mirada del alma.
Mirada de las cúspides de lo más hondo,
mirada callada, mirada de pausa y silencio.
Cuando los ojos se tapan y la mirada se abre paso, las manos que no lo son llegan hasta el infierno,
allí donde yace la verdad del mundano ser humano, su esencia última.
Allí reposa la cabeza del sentimiento,
ese aleteo que se sabe certero.
Musgo, paja y barro,
piedras, palos;
naturaleza y campo.
Tus ojos expuestos al sol,
tus ojos mueven los cuerpos,
tus ojos.
Verdad; ni hierro, ni plomo.
Paso a paso, están tus ojos.
Beso a beso, engullen.
Lápiz y papel, luz fulgurante que ancla.
Tus ojos son tus ojos, tus ojos son; ser los hace verdad,
ser hace que el campo sea verde, que el color se muestre.
Tus ojos son verdad, porque lloran, porque no mienten... porque los veo.
Tus ojos son papel, carbón mis ojos.