En boca de un escritor,
y en su mundo cervantino,
se prepara un desatino
una noche de estupor.
Sobre un puente el orador
se observa en el agua clara.
Duelo refleja su cara,
se avecina una tormenta
mas no la teme, la alienta
como al Dios que la creara.
.
Desde un puente el personaje
observa un faro que alumbra
en medio de la penumbra,
la tormenta y el paraje.
¡Besos salados, salvaje!
silva el viento sus hazañas.
Derrotado entre guadañas,
batido cual marioneta,
se refugia en la caleta
y asustado, en las montañas.
.
¡Oh! Mi querida Violeta
de nuevo verte pensara
y acariciarte soñara,
su muerte llora el poeta.
Cerviz erguida, se inquieta
y al firmamento recita:
Luna de luz exquisita
negro el cielo te ensombrece,
triste mi alma languidece,
mi corazón se marchita.
María Teresa Fandiño
La Coruña 28/01/2019
Poema registrado.