Lamentaba el pobre, desde la cama el no tener nada y el no poder. Mientras el rico, exprime hasta el último minuto de rutina matinal; de ejercicios y visualización.
-Pobrecito mi hijo. Exhala ahora el pobre, desde su mesa que abunda de ilusiones. -Ya regresará mi pequeño empresario. Calcula el rico, rectificando en su agenda.
-Pero mañana saldré y venderé algo, para traerle a mi encamado padre. Piensa el hijo rico. Al momento siguiente, anhela el hijo pobre: -Mañana compraré muchas cosas para mi ocupado padre. Y teme mañana que haría sin su padre.
Pero quien será el próximo y más rico, trata la fortuna de decidir; mientras los observa como actúan.