De un dragón la sombra en añil espejo
reflejaba un ave rapaz que en vuelo
rasante el azur turquesa cruzaba
para ascender al infinito cielo.
En la tersa luna azul el fino oro
se miraba de los chopos esbeltos;
desmesuradas lanzas invertidas
asemejaban de gigantes muertos.
La sedosa aura, que leve besaba
la tersa superficie del piélago,
rompió sin rubor en sinuosos rizos
de la turquesa luna el sutil velo.