Abrí la puerta y sentí un aroma peculiar, entonces la vi ahí en la cama desnuda con el pecho boca abajo, con las caderas levantadas, esperando... que hermosas praderas me obsequiaba para cabalgar a rienda suelta en un viaje sin regreso.
Me fui quitando la corbata, la camisa, todo aquello que me oprimía mientras me acercaba, pose mis manos sobre aquello, tibias con una consistencia hechizante... mientras suspiraba besaba cada una, mordía y ella mordía sus labios, continúe acariciando, castigando, apoderándome de ellas. Mis dedos se humedecían por el roció de su capullo que goteaba deseos… ¡Tómame! ¡Tómame!, con delicadeza frotaba sus pétalos para obtener su precioso néctar que al tocar mi lengua me llenaba de fuerza.
Su respiración se aceleraba y la mía también, ella gemía y yo seguía perdido en sus sabores afrodisiacos, en un calor intenso dominando a la bestia, ya sin aguantar más, sin más demora me uní a ella, en ese viaje apocalíptico de caos desenfrenado sintiéndome suyo haciéndola mía.
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