Vergel.
Ayer, en un sueño de cristales, clavado a los colores de un silencio enarbolado, te vi con una lágrima en el gris de tu mejilla. Sí… yo te encontré dormida, aplastada en los pedazos de la última colina.
Sola, silente y desvaída, te vi llorando en versos de infinita oscuridad: en ruinas de un poema que quedó sin su poeta, en aires alejados de la tersa inspiración. Sí, yo te encontré en un sueño de cristales lastimados.
Perdida, aferrada a los lamentos de una noche en tu mirada, tú creíste que serías una flor del vil olvido. Pero no… tú no fuiste lo que el llanto quiso ver en tu agonía: tú fuiste mía, del destino de mi vida.
Sola, silente y desvaída, te vi la vez que el viento me hizo conocerte: la vez que tu esperanza parecía marchitada y un poquito maltratada por las brumas de la noche. Sí, yo te encontré en un sueño de cristales lastimados.
Y ahora, en este instante, debajo de la noche que me abraza con su manto, siento olor a orquídea en mi rincón de rosas muertas. Sí… yo te encontré dormida, con aromas que hoy endulzan mi vergel de poesía.