A mi hija.
Tu primera lágrima me supo a miel de acacia,
parecías un aljibe que maullaba un cántico de dioses,
en mi corazón el regocijo y la preocupación de la tierra fértil,
te arropé en mi pecho con la fragilidad de un diente de león
y en ellos buscaste la fuente que en su jugo te fortaleciera vida.
Todo en ti estampida de risas y ternura, hipido de cielo,
tu boca de grosella roja, límpida de inocencia,
manitas de piel de melocotón, pies pequeños como flores silvestres,
sonrisa invadiendo de luz todos los rincones,
la voz de mi sangre en tu corazón marcando destellos de amapolas.
Todo en ti son ojos como farolas que palpitan trinos de mirlo
para que escampen todos los males de mis huesos.
Eres sin duda, hija mía, lo más bello que tocarán mis manos,
una brisa indómita, un mar calmo, mi amparo y mi desespero,
mi orgullo de madre te alza a las nubes
donde quisiera protegerte siempre,
en la razón y en la sinrazón, eres de mis ojos la niña,
eres lo mejor que me ha dado la vida .
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