¡Oh crepúsculo! a tu gloriosa llegada
me abarrota con tanto rigor la tristeza
que mi alma es, tristeza arrodillada.
Cuando la tarde mis ojos enturbia
y en mi arenilla, solo sombras…
la penumbra dibuja.
Mi altar es mera melancolía, desnuda y pura,
justo al momento que el sol -mi rubio amado-
en lo desconocido se aleja, en lo no mío se hunde,
y a sabiendas de mi pena ¡finalmente se esfuma!
¿Dime por qué, en este claroscuro,
algo luctuoso insta mis nostalgias?
¿Será que a esta hora falta muy poco
para que me venza el soñar solitario?
Debe ser que, bajo este trozo de cielo,
un esmero más por lo correcto termina
y hace muchos atardeceres perfectos
nadie me miente ni seduce mi mentira.
¡Nadie hace cascajos mi rutina!
Nada sensible me toca
más que la vara cerosa de la luna.
Nada deseable me besa
más que los labios hielo de la bruma.
¡Nada!... nada sorprendente me habla
más que mi mente ¡y la noche rotunda!
Oh, religioso hito ambarino, te pido
que el último rayo de tu prisma divino
me lleve, donde he de ser tenencia perenne.
Justo allí, donde algo de ti y algo de mí,
en cada preludio nocturno, un poco muere,
razón que el arcano se lleva en lo negro,
de tus alas y óleos, preces y empeños
¡los más refulgentes sueños!
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P-Car
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Paty Carvajal-Chile
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