Borracho delante de una
encrucijada. No sé por qué
palabra tirar.
La palabra cansa.
Quería decir el culto a la palabra,
ponerle velas para que proteja mi
acaso, perejil y cosas así.
La palabra es miel en los labios,
es árnica a la herida, es cuerpo al
pensamiento, es todo..., pero cansa.
Ayer de mañana agarré por el asa una
bolsa de palabras rotas para llevarlas a
la basura y pesaban, por mis muertos
que pesaban, más que un libro muerto
( ¡vaya, he escrito dos veces
la palabra muerto!)
Otro día, un sábado, un amigo me invitó
a tomar unas palabras en el bar de la
esquina, le dije que no, que me cansan
y por eso las estoy tirando a la papelera,
me contestó que me dieran viento fresco,
que no entendía cómo se puede renunciar,
con el tiempo que hace en la calle, a unas
palabras en salsa de rioja con un vino a juego,
me colgó el teléfono y me retiró la palabra.
Voy a tener, aunque sin tiempo, que limpiar
mi casa de las palabras que me sobran, de
todas, porque se me suben a las paredes, a
los cuadros, porque en el suelo no hay espacio.
Está mañana, como de costumbre, se me olvidó
ir al súper de abajo a por provisiones, por la
tarde cierran los domingos, me he quedado sin
nada que comer, solo tengo palabras, pero las
que tengo engordan y tienen pocas vitaminas,
pocos hidratos, mucha grasa, grasa trans
para ser más exactos, malas palabras...
Me corren los gusanos en el estómago.
Voy a tener que comerme mis palabras.