De fuego caían lenguas en los sueños
de mi espíritu un caluroso día,
mientras con raudos pasos me acercaba
al fresco soto de la fuente fría.
Mis ardorosos sueños me llevaban
absorto por las sendas de la vida
y sin quererlo ante unos ojos verdes
me encontré de una gacela tímida.
Al oír mis pasos, de allí se alejó
presurosa por la verde campiña
y en el plateado cristal de la fuente
fija quedó su imagen esculpida.
En el dulce frescor de la fontana,
apagado el fuego que en mí ardía,
una pasión mucho mayor cautivó
los etéreos sueños del alma mía.