Les quiero contar la grandeza
de estirpe gloriosa y valiente
que tiene la grande nobleza;
de raza que fuera simiente
de honor, gallardía y firmeza,
con esa figura imponente
de hermosa leona aguerrida
en nuestras montañas nacida.
Jamás su fornida hidalguía
la espada y la cruz doblegaron,
y siempre bizarra se erguía
por mas que destruirla intentaron,
con firme vigor proseguía
y nunca extinguirla lograron:
¡Y al cruel invasor enfrentaba
con flecha de roble en su aljaba!
Llevaba su augusta cabeza
penachos de regios plumajes,
con porte de rara belleza
su estampa portaba bagajes
de noble y magnífica alteza:
Luciendo de azteca sus trajes:
¡Alegre, feliz, altanera
surcaba la verde pradera!
Su historia es historia sagrada
escrita con sangre araucana,
por grandes hazañas forjada,
de lucha que fue mas que humana
se encuentra de gloria bordada:
¡Y bellos destellos emana
el alma tan llena de brío
de nuestro linaje bravío!
La esencia de nuestros nativos
corría en sus venas vibrante
con rayos de amor combativos
de gran trepidar galopante;
sus rostros serenos y altivos
tenían la fe trepidante
que brilla con claro celaje
llevando de lucha el mensaje.
En cada quetzal que se mira
que libre levanta su vuelo
mi pecho de Maya suspira
sabiendo que cada riachuelo
la sombra del inca transpira,
cubierta de intrépido celo
del gran Tucapel soberano
con traza de dios espartano.
Aquellos insignes abuelos
dejaron preclaras lecciones,
luchando con recios anhelos
lo mismo que fieros dragones
que vuelan cuidando sus cielos:
¡Izaban fastuosos pendones
con grito quiché libertario
que tiene fulgor milenario!
Y fueron excelso escenario
estepas y grandes llanuras,
que guardan soberbio glosario
de tantas batallas tan duras,
marcadas por duro calvario
que trajo las fuerzas oscuras
de bota imperial asesina
manchada con sangre pristina.
Mas siempre surgían airosas
con fe, con tesón con templanza,
aquellas raíces frondosas
repletas de suma confianza,
que carga ilusiones gloriosas
preñadas de verde esperanza
de ver claudicar invasores
que solo trasmiten dolores.
Y allá por los valles de Otumba
los Mexica un día marcharon,
y casi cavaron la tumba
de quienes su tierra ultrajaron,
su triunfo inceíble retumba
pues grande victoria lograron:
¡Mirando su negra gayola
lloraba la tropa española!
Espléndido temple preserva
fastuosa y brillante bandera,
de raza tolteca que enerva
sus venas, con magna quimera,
del pueblo que siempre conserva
su lucha tenaz justiciera:
¡Buscando el precioso camino
que lleve a fulgente destino!
El germen de aquellos ancestros
por nuestras entrañas circula,
con dones de sabios maestros,
fogoso su espíritu ambula,
y sirven sus fúlgidos estros
de guía que el alma estimula:
¡Por eso imitar su coraje
sería el mas bello homenaje!
Autor: Aníbal Rodríguez.