No se conocen
y ya se prometen los cielos y las estrellas,
No se conocen y se hablan en noches friolentas.
Se besan intensamente aunque no adosen sus labios,
se estrechan mutuamente como el cierre de una noche con relámpagos,
se coquetean entre rimas y canciones que juran fueron escritas para ellos,
se llaman entre las olas de sus deseos y besan el reflejo de sus cautas.
Aun no se conocen,
pero ya adivinan cuanta líneas componen sus pupilas,
al caer la noche se abrigan y en petición se arrodillan,
persiguen extraños en las calles en plena luz del día
siguiendo aquel aroma revelado cuando dormían.
No se conocen pero es irrefutable su telepatía...,
ya sufren por batallas perdidas, perciben cuando hay dolor
y también cuando les brilla el día.
Pasa que a veces hasta se reclaman por su aplazada llegada,
entristece sus almas a la posibilidad de haberse conocido
y por aquellas fuertes vendas no haberse reconocido.
Aun no se conocen es cierto,
también es cierto que han dibujado su tiempo
en nubes inmovibles, en exóticos pasatiempos
en horas sin minutos y en temporadas sin tiempos.
Sí, no conocen sus rostros pero si la piel
que sacudirá aquella piel muerta;
que avivara aquel corazón agónico,
que los despertara antes de caer al precipicio,
sin cuentos de hadas, sin palabras inventadas,
sin horarios que cansan, sin excusas cubriendo crudezas,
sin puertas giratorias llenas de fanatismo
o sin historia enviciadas que terminan en velorios.
Solo ellos – ellos transformados por el tiempo,
forasteros de aquel sentimiento, de aquella telepatía
que les decía: Que era cierto que no se conocían,
mas sus ¡almas se impregnaron mucho antes
de que se encontrasen sus cuerpos!
LeydisProse
4/1/2019
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