Sabes que te deseo
y callas
respondiendo con desdén
cuando por tu amor ruego.
Humillas mis emociones
desde el fondo de tu alma.
Eres indiferente, fría,
veleidosa, lejana, vaga.
Y te niegas toda,
atormentándome sin tus muslos,
sin lo tibio de tu lecho,
sin tus labios, sin tus pechos
y el aroma de tu pelo.
Practicas hábilmente
en lo más profundo de tu corazón
con mis ansias, con mis ojos
La Tortura de la Esperanza.
Digna discípula de D´Espila,
El Gran Inquisidor, te considero
al elegir por profesión
esa forma de tormento.
© Armando Cano