MIDNIGHT.
Me dejaron ir los mismos que no querían dejarme partir. Me dejaron solo los que no sabían de la aurora sobre un sueño, sobre el viento entre diluvios y arboledas arrancadas por magnates taciturnos. Me dejaron ir los pasos que ni huellas dibujaron en las piernas del herido.
Me dejaron… y la cascada no es más que un río que ve hundido su camino: siempre sigue siendo río, por los siglos de los siglos.
Los hombres, visitados por un fantasma de la infausta medianoche, les creyeron al recuerdo, a las alas majestuosas que alzan sombras en el aire y que vierten fantasías de las más cremosas llamas. ¿No era lógico que amaras? No… no era lógico que fueras una marioneta alada, algo rancia, vaga, extraña.
Ser humano o ser viviente, es clavarle a las palabras con locuras temerosas, y es que, por más que desprendan lágrimas tus ojos, no se lavan tus recuerdos, permanecen, se sujetan al presente como nubes distraídas que no avanzan en el cielo.
Los niños sabrán algún día que por estas tierras pasó un hombre sencillo, sin más temor que el que marca un breve ayer. Pero en fin… no es la dicha ni el temor, no hay nada preocupante, todo es simplemente imagen y por ella somos hombres, seres vagos y salvajes.
Los jóvenes de un día han de verse en donde hay letras de sudores incontables, tibios guías e innegables. Han de verse en la memoria que hurga en frente de los ojos. Otros tontos y viciosos no son nunca un buen soporte para tanta e ingrata falsedad de ser y estar.
No sé qué pasará, pero tendrá que pasar algo, porque nada es tan lineal. Ojalá el camino nos presente más flores que piedras y más huellas que polvo. Desde que me conozco, he sido como soy… y a veces ni yo me hago caso por lo mismo. Todas las lágrimas se secan, y aunque queda muchas veces la tristeza, no importa: las lágrimas se secan y, algún día, también seca la tristeza.