Apacible y gallarda, con fulgor misterioso;
me pareces venida de lejano planeta,
tu mirada profunda, que parece saeta,
en mi pecho penetra con su nimbo precioso.
Y tu timbre tan regio, tan sutil y armonioso,
me figura un arpegio, que mis penas aquieta;
y me digo a mi mismo, de manera secreta:
¡Si quisiera brindarme su esplendor luminoso!
¡Si llegara el momento de tenerte en mis brazos;
de saciarme en tus labios, de perderme en tus ojos,
te daría mis sueños en radiantes retazos,
que te dieran mis besos en sublimes manojos;
convertidos en nardos, nos sirvieran de lazos
del amor que te pido, con el alma de hinojos!
Autor: Aníbal Rodríguez.