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QUÉ LE SUCEDIÓ A MI PUEBLO...

Qué le sucedió a mi pueblo..?

 

 

Vivía yo en un pueblito

en el sur de mi país.

Era hermoso, muy bonito

el lugar en que nací.

 

Sus calles de pedregullo,

con árboles por doquier,

pleno de flores, de frutos

y de pájaros también.

 

Nuestra casa era muy grande,

con un precioso jardín,

con plantas por todas partes

y en el centro un gran jazmín…

 

Con una linda fragancia,

que perfumaba el hogar;

que bella que fue mi infancia,

hoy la vuelvo a recordar.

 

En el fondo había una quinta,

que me tocaba regar,

lechugas, ajos, nabizas,

papas, tomates y más.

 

Un inmenso gallinero,

con gallinas ponedoras;

iba y sacaba los huevos…

Parece que fuese ahora.

 

Un parral con uvas chinche

y otro más, con moscatel,

sus racimos con un pinche

yo los hacia caer.

 

La higuera, el limonero,

el ciruelo y el manzano,

eran sus frutos les cuento…

Un manjar inigualado.

 

Teníamos diez conejos,

cuatro patos y dos gansos

y un jaulón que estaba lleno

de pajarillos cantando.

 

Mariquita era mi gata

y Luciano su marido,

la perra gorda… Batata,

de pelo color ladrillo.

 

Perico el loro charleta,

cuanto me ha hecho reír,

con sus cantos y piruetas,

todo un payaso feliz.

 

Al cumplir mis seis añitos,

tuve ya que ir a estudiar,

y me hice de amigos

con quien supimos jugar.

 

Bernardino Rivadavia

se llamaba mi colegio,

eran muy grandes sus aulas,

del color azul del cielo.

 

Situado frente a la plaza

Don José de San Martin,

presente él en su estatua

y una placa hecha en marfil.

 

El municipio, el correo,

el cuartel de policía,

justo al lado, los bomberos,

rodeaban la plaza mía.

 

La iglesia, mi catedral,

pequeña pero bonita,

Cristo allí, sobre el altar,

con la cruz y sus espinas.

 

El almacén de Don Pedro,

el bar del tío Facundo,

Don José, el carnicero

y la heladería El Mundo !

 

Pero en los años cuarenta,

tiempo de revolución,

calló como una tormenta

y el trabajo ya escaseó.

 

Por tal motivo mi padre

que era un buen trabajador,

nos trasladó hacia otra parte

donde empleo consiguió.

 

Y así pasaron los años,

treinta y uno o treinta y dos,

crecimos con mis hermanos

en la ciudad de Albornoz.

 

Era todo tan distinto.

Nos tuvimos que adaptar

a un sistema que al principio

nos costó y supe llorar.

 

Pero siempre me decía…

Algún día he de volver,

y cuando llegue ese día

nunca mas me he de mover…

 

De mi pueblito querido,

donde he sido tan feliz;

donde dejé a mis amigos

y también lo que había allí.

 

Y así fue, llegó el momento,

con ansiedad y con temor,

casi loco de contento

me fui solo en un convoy.

 

Era un tren de pasajeros,

de trocha angosta, a vapor;

porque en mi, existía un sueño

y a cumplirlo me iba yo.

 

Quería llegar a casa,  

que era ya de otro señor

y ofreciéndole mi plata,  

así comprársela yo…

 

Cual regalo muy preciado

para mis padres que hoy,

son dos seres muy ancianos

merecedores de amor.

 

Después de un largo camino

y a muy poco de llegar,

no divisaba al molino

del campo de Don Julián.

 

Ni el parador de Don Sixto,

donde solían estar

después de un día furtivo,

los arrieros pa´ almorzar.

 

Todo era diferente,

nada estaba en su lugar,

el tiempo pasó inclemente,

para bien o para mal.

 

Llegamos a la estación

a tres cuadras de la plaza;

fui con rumbo al corralón,

pero la pucha… no estaba.

 

No se veían los niños  

jugar en el tobogán,

por dentro me corrió un frio

que es difícil de explicar.

 

De todo lo que veían

mis ojos al caminar,

era poco lo que había

quedado de un tiempo atrás.

 

Mil caras desconocidas

que me miraban pasar.

Por momentos me sentía,

un extraño en mi lugar.

 

Tres líneas de colectivo,

taxis, remises y más;

una fábrica de hilo

imponente de verdad.

 

Una gran confitería,

cine, teatro y museo

se encuentran donde aquel día,

era el cuartel de bomberos.

 

Ya no existía ni el bar,

ni el almacén de Don Pedro,

pues a cambio en su lugar,

un shopping inmenso hicieron.

 

Hasta la iglesia cambiaron,

sólo se ve una gran cruz,

se deben haber mudado,

María y Cristo Jesús.

 

Me senté por un momento

para poder aplacar,

el penoso sentimiento

de angustia y de soledad.

 

Dije en silencio… Dios mío,

qué han hecho de éste lugar ?

Por qué lo habrán convertido,

si no existía otro igual..?

 

Tomé fuerzas y coraje,

mas con tremendo temor,

en mi mano el equipaje

rumbo al sitio donde yo...

 

Guardaba mi gran recuerdo,

de aquella linda niñez,

la casita de mis viejos,

y todo lo que ella fue.

 

A cien metros más o menos

al jardín no lo veía,

tan sólo un hombre de negro,

desde allí yo distinguía.

 

Y a medida iba llegando,

se moría mi ilusión,

porque había edificado,

un gran Bingo de salón.

 

Con su frente todo en vidrio

y un diminuto jardín…

Saben qué?... Quedó mi lindo

y aromático jazmín.

 

De todo lo recorrido

tristemente en éste día,

verlo aquí para mi ha sido

la mas hermosa alegría.

 

Gente que entraba y salía

del lugar que fue mi casa,

y muchas se detenían

a respirar su fragancia.

 

Si supieran... me decía,

que mi padre lo plantó,

muy pequeñito aquel día,

como igualmente era yo.

 

 

No quise entrar al recinto,

porqué juro no podía;

lloraría como un niño

y la gente me vería.

 

Pero sí, lloré por dentro,

solo y quieto en el lugar,

sumergido en mi tormento

al ver mi historia matar.

 

De repente en mi inconciencia,

una voz me despertó,

volviendo de mi inocencia,

escuché ... perdón señor !

 

El hombre todo de negro,

notó quizá mi delirio

y con un extraño acento

me invitó a pasar al Bingo.

 

En resumidas palabras

le expliqué mi cometido;

él derramando una lágrima

me dijo… yo soy el chino !

 

El hijo de Don Vicente,

por gallego\" conocido,

falleció en un accidente

a poco de haberte ido.

 

Juntos fuimos a la escuela

y jugábamos de niños,

no te acordás de Pereda

el arquero del equipo ?

 

Y de Nino y de Julián

y de Marcos el petiso,

y del señor Barragán

el padre de Clementino?

 

Hoy soy un hombre casado

con Rosita de la Fuente,

la que a mi me ha regalado

lo mejor de su simiente.

 

Cuánto tiempo ya ha pasado,

si me parece mentira.

Paulina, Carlos y Chacho,

tengo toda una familia.

 

Que suerte haberte encontrado

en el correr de la vida,

me hablaba muy abrumado,

pero lleno de alegría.

 

Mientras el Chino charlaba,

revivía aquel pasado,

sus palabras transportaban

a mi Ser acongojado.

 

En una hora termino,

espérame por favor,

hay un bar dentro del Bingo,

entra, dale..., pago yo.

 

Con mis piernas temblorosas

y con todo mi dolor,

penetré; ya ni la sombra

de mi hogar quedaba hoy.

 

Me senté, pedí una copa

de un muy picante licor,

y al colocarlo en mi boca,

miré en toda dirección.

 

Vi un hombre gordo, canoso,

en una mesa de juego,

me dije yo lo conozco,

es Don José el carnicero.

 

Jugaba descontrolado,

después me vine a enterar,

que el vicio lo había atrapado,

perdiendo así hasta su hogar.

 

Me llevó el Chino a su casa,

era un gran departamento,

presentándome a su amada

y a sus tres retoños buenos.

 

Como habrán de imaginarse,

esa reunión fue un placer,

recordando cada parte

de toda nuestra niñez.

 

De fulana y de mengano,

era sólo recorrer,

con risas, tristeza y llantos

por la vida que se fue.

 

Muchas familias marcharon

con rumbos desconocidos,

otros al cielo volaron

y muchos más han nacido…

 

En éste que fue mi pueblo,

cual un edén de colores,

y que en mi mente lo llevo

intactamente señores !

 

Qué le sucedió a mi pueblo ?  

Quién tiró abajo mi hogar ?

Ya me voy, ya me estoy yendo;

jamás he de retornar.

 

Y así fue como la vida

tras del tiempo transcurrido,

aniquiló a la poesía

que supe tener de niño..!

 

 

 

      Luis A. Prieto.

viernes, 01 de diciembre de 2006.-