Si un día me ves al borde del camino
hambriento, sollozando y sin abrigo,
no me des la limosna del mendigo
no ha de cambiar con ello mi destino.
Si sediento me ves, triste y cansino
como la seca espiga que dio el trigo,
no me des a beber como a un amigo
que luego se abandona al triste sino.
Tú eres el pan, el agua tu mirada,
alimentos supremos que no gozo.
Si nunca me has de amar pasa de largo
y haz caminar ligera tu pisada;
no te detengas ante mi sollozo,
que no te turbe mi dolor amargo.