Hace mucho ya que no sé
dónde está nada, y a mis espaldas
se ennegrece la habitación.
Nunca acabé de entender
por qué se supone
que he de enjaular a los cuervos.
¿Acaso nadie más ve,
madre,
que quieren volar lejos?
¿Nadie mira más allá
de la luz de esa vela
marchita, feroz,
que ilumina las noches
sin Luna?
Un destello en la penumbra
me hace ver, se me llenan los ojos de un cielo oscuro e hipnótico, que, por primera vez... Debe ser repoblado;
y abro las jaulas,
y una tormenta
de plumas, de revoloteos,
de garras, de viento negro,
cubre la ventana y luego,
se esparce.
La noche chilla, beligerante.
Tiemblo y empapo las sábanas
de sudores fríos por mi decisión.
No podré dormir contigo...
Esta noche no.
25/3/19