Cada día que pasa te siento más presente.
Eres como ese poema triste
que algún día escribí,
que cada día busco y releo,
sorprendido de mí mismo,
por sus rimas asonantes que vienen y van,
que son y no son,
y que de pronto me paralizan
cuando una palabra inesperada llega,
rompiendo el texto con un final imprevisto,
impactante,
y me fascino de mi poesía…
Sí, eres como ese poema que me da la vida,
cual acorde sinfónico
que tantas veces escuchamos,
como si fuera la primera vez,
o como la película que jamás se olvida.
(Casablanca…¿Cuántas veces en una sola vida?)
Por eso siempre busco el poema
como busco tu presencia necesaria
que acaso soy yo mismo,
como todos buscamos a la luna,
(en la literatura, en las artes y hasta por el día)
cómo busco mi imagen en un espejo,
y en cambio me sorprendo de ver al poema,
que me da vida…
¡Oh naturaleza!
¿Qué somos sino eso, un poema que no se olvida?
¿La quinta sinfonía?
¿La última cena?
¿El David?
¿Bogar o Bergman?
¡Einstein!
¿O hasta la alfombra roja?
¿Un sueño que nunca llega?
¿Una pasión dormida…?
¡Ser todo eso en una sola vida!
Quizás por eso releo cada día aquel viejo poema,
y me pregunto si realmente es mi obra,
si es la obra de mi vida,
o si me fue dictada por un ángel poeta,
que se apoderó por única vez,
del sueño por la persona amada,
del amor por la poesía,
de mi pluma enamorada,
de mi mente dormida.
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Si dormida está mi mente…
Pensándolo bien,
vivir solo de sueños no hace la vida.
Nos miramos al espejo cada día
buscando la imagen perfecta
como poetas de nuestra propia vida.
Amor,
prefiero simplemente ser
autor de este poema,
un insignificante poema
aunque al final tú,
solo tú,
leas los poemas que no he escrito todavía.
Frank Calle (30/marzo/2019)