Entre cada segundo una rama junta a otra bien estirada, su cáscara con huellas profundas echas por el roce de las brisas. Las gotas de sangre, gota a gota hacen un camino hacia un estero de rojo. A su costado crece una rosa vestida del mismo color.
En su muerte será una alma diambulando en lugar en lugar hasta presentarse frente a sus pies para rogar eternamente. SufriĆa por infelicidad y será como tocar en puerta; un espiritú intranquilo que no descansará por qué no encuentra la paz. Recorrerá la habitación y volverá donde su amada, le acariciará, la besará y volverá a llorar una y otra ves.
Ha muerto su cuerpo, el alma no sube entre los cielos porque un ángel lo ha atrapado y obligado a servir entre dos mundos. Es oscuridad, aire que sobre su mano carga una flor negra que deja sobre cada puerta cada ves que alguien agoniza solo para robar su alma. En cada noche visita a quien más ama y sobre el lecho de quien está deja aquella flor para robarle la vida; quiere que sus labios sean solo suyos.
La muerte se pasea por las calles de la ciudad como un viento pasajero. Una ves más hace una visita donde sus enemigos para solo regalarles una flor negra. Deja sobre sus pechos. Las almas al abandonar el cuerpo, las tortura, golpea entre aquellas mantas infernales donde se vive una vida en tragedia.