LA NOCHE ETERNA.
Me vas a lanzar al maldito olvido, es posible, no sé... tal vez... O pasaré a ser parte de tu recuerdo, del más triste, vago y sombrío, allá donde el tiempo olvida que un día tuvo un destino. Me iré hasta tu cruel pasado a ser sólo cartas viejas, de esas que el tiempo seca y convierte en otoño un día.
Serás una melodía que viaja por la alborada, por una que corta el alma, así cual suspiro al beso, así como en sí se empaña el viejo y bravo silencio. Te vas a ver en el cielo idéntica al astro triste, al mismo que sólo insiste en ser tan sólo un recuerdo.
Me iré por ese desprecio. Me iré… pero desgarrado, y en la plenitud del alma, tu nombre estará en mis labios: el sueño ha de ser el alba y el alba tu mal soñado. Y con un sólo corazón, allí, totalmente herido de muerte, mi pena ha de sostenerte y tú me dirás que no.
Te van a morder la voz… te van a borrar el beso las aves locas del tiempo que giren en tu ventana; y yo te diré que no… que no soy el que te echa, que eres tú la que se marcha… así como hace una estrella que en cada noche se lanza.
Ha llegado, sí, para ti, la madrugada, la que va a aclarar la palabra que un día fue una promesa, la única fortaleza que en ti pintó una mirada. Y todo quedará escrito en medio de tu memoria: el ave del infinito, del mar y bajo la gloria que toda mujer recuerda.
Ha llegado, sí, para mí, la noche eterna, pero algún día, cuando ya no sea más que un recuerdo, te vas a sentir vacía, solitaria y en silencio, como la alondra que se olvidó del nido, sin amores, sin amigos y sin siquiera un destino.