El álgido calor del mediodía
líquidos cristales evaporaba,
en el verdor la chicharra serraba
el brumoso silencio que se oía.
En los gélidos rayos fuego ardía
que los fríos ardores inflamaba,
era la glacial llama que quemaba
las heladas brasas de Fuentefría.
En el lento declinar de la tarde
palidecieron los fríos ardores
de los gélidos cristales candentes.
En el ocaso de mi vida no arde
ya la llama de los fríos vigores
que abrasaron mis helores ardientes.