Declína el sol, cae la tarde
ya se apagan las encinas
el pueblo allá lejano
sentado en la colína
parecen de oro viejo
los amarillentos rastrójos
hay un sabor a paz Divina
ya regresa el rudo labrador
y corren la ovejas merinas
a la voz de su amado pastor
la Extremadura fértil se reclina
en la transhumáncia de sus caminos
cuelgan bellos topacios
del viejo caserón que descansa
allí anidan vencejos y golondrinas
bajo las tejas ennegrecidas
al fondo los campos yermos
abiertos en cien heridas
los centenos y trigales
que dan el pan negro de cada día
corre la comadreja entre los pedregales
de la sierra llena de malezas y jarales
la tierra ingrata que me mira
varonil, adulta y quebrada
es una tarde de luces apagadas
en el sentir de mi alma
¿ Que tienes tierra mía ?
me grita el agua del arroyo
que ya se viste de mantilla
jugando con los juncos
entre las rocas calizas
cóncavos plumajes de barrancos
y roja arcilla, beso del campo...
Ya se oye el trueno cuando grita
y cae el rayo en el pararráyo
como huéle a sangre este agua bendita
entre los pináres que miran al cielo
hay un escalofrío en la veleta...
Y se viste La Serena de retamas
que son el cactus de esta tierra
tierra verde y parda con un tinte viejo
es la tierra Extremeña
que aún no se ha quitado las legañas
de las tardes del estío y de la siesta
pero que sueña y vive
de recuerdos de poetas...
Va y la baña el Guadíana
que nace y corre de las sierras
donde va a morir el Zújar
en los inmensos pantanos
que fertilizán estas tierras
abril, aguas mil, solo chubascos
nubes densas que dejan
los trozos de cielo vestidos de añil
mientras en la ventana el candil parpadea
con su humilde luz amarillenta
corre la calle como un riachuelo
vocea el aire en las esquinas
sobre la mesa un viejo libro
un tintero y una pluma
ya están la sienes plateadas
la calvicie ya asoma
es el crepúsculo de la vida
son para el poeta una corona...