Ciudad de México, 7 de abril de 2019.
Queridos abuelos lectores y cuentacuentos:
El pasado viernes celebramos la tercera tertulia de cuentacuentos, poesía y karaoke. Volvimos a vernos con el cariño de una amistad que ha nacido entre nosotros. Junto con las dos versiones anteriores, hicimos una de las cosas que más nos gusta: narrar cuentos, declamar poesía y hasta cantar. Disfrutamos un ambiente sano y bohemio en honor al uso del lenguaje.
Esta ocasión hubo un toque especial, agregamos un ejercicio de escritura. Parecía sencillo, algo que antaño pudo haber sido cotidiano. Sin embargo, para sorpresa de todos, tocamos fibras profundas. Con papel y pluma en mano, nos dispusimos a escribir una carta. Así de fácil. Mientras transcurrían las narraciones orales, varios de nosotros quedábamos pensativos. La hoja en blanco atemoriza, es retadora y cuando pensamos en qué expresarle a un ser querido, cuidamos en demasía el peso de las palabras.
No me atrevo a revelarles el contenido de los escritos que uno a uno fueron compartidos en lecturas del género epistolar. Sólo diré que se dirigieron a una amistad, a una hija, a un padre, al imperdonable tiempo, a un exmarido. Créanme, las redacciones fueron escritas con el corazón y así se sintió: amor, desamor, agradecimiento y despedida nos arrancaron algunas lágrimas que rodaron hasta los tablones de madera.
Quedó una tarea para rememorar viejos tiempos: doblar la carta, introducirla en un sobre, escribir remitente y destinatario, no olvidar pasar la lengua por el filo del triángulo que cierra el sobre para refrescar el pegamento y cerrarlo; comprar una estampilla postal, de igual forma, legüetearla, pegarla en la esquina superior derecha y depositar con amor la carta en un buzón de correo.
Con esto, revivimos una actividad en extinción y sobre todo, podemos ver nuestra capacidad de escritura. No saben las hermosas palabras que afloraron en nuestra tertulia de abuelos cuentacuentos.
Por supuesto, terminado el ejercicio, cantamos y hasta bailamos un poco.
Inspirado en esta práctica, es que me atrevo a escribirles, no a la antigüita, pues es a un grupo al que me dirijo y de quienes lo componen desconozco sus direcciones postales.
Abuelos lectores y cuentacuentos:
Ha sido una dicha para mí haberme formado junto con ustedes en la casita de las ciencias en la UNAM. Puedo decirles que a partir de entonces –hace ya casi un año- en algo ha cambiado mi vida. La lectura y narración de cuentos forma parte inseparable de mí de ahora en adelante. Es algo que me ha traído mucha alegría. Me esmero en mejorar mi lectura y narración. Procuro asistir a los foros propuestos, como el del Club Monte Sur, el de lectura en trajineras por Cuemanco o el de las tertulias en un café escondido en una colonia de la Ciudad de México. Recién inicié mi narración en el asilo Mundet y salí pleno de gozo.
El año pasado no pensaba en hacerme de una caja cuentacuentos y ahora no dejo de soñarla, ¡grande!, ¡hermosa!
Le doy gracias a Dios por su presencia en mi vida y por esta maravillosa oportunidad de poder escribir, leer y narrar cuentos.
Si la palabra Universo no se hubiera creado, el Universo no existiría. ¡Narremos todos los universos posibles! ¡Narremos cuentos!
Los quiero,
Hugo Augusto