La muerte no llega de la mano con el último respiro,
se halla contigo en las melodías que patean tu pecho,
y la gravedad que cierra tus párpados
para filtrar gotas con nombre de despecho.
Está en las burbujas del estómago,
en la oscuridad de un día soleado,
y en los sollozos de una regadera eterna,
extrañando un olor,
un amante,
una boca.
Juega en el techo de tu cuarto
junto con la ausencia de caricias y humedad,
junto con todo lo que ahora no ignoras.
La muerte se disfraza,
se viste con faldas,
y te cuenta historias fantásticas,
cambia de color,
y a veces se hace llamar vida
para pasar inadvertida.