Ivón Arce García

BUEN VINO

 

La luna salía a jirones en esta noche joven

sintiendo que algo me faltaba

era la compañía que por mas no tenido

 no es porque falte más bien, no he querido

la migaja de un cobarde  por soberbio

en el limbo, se ha perdido

entonces enciendo un cigarrillo

 reprendo mi instinto diciendo

¡qué no debo¡ ya que este lo tengo prohibido

lo apago presurosa

me pregunto ¿de dónde habrá salido?

 

Mejor destapo una cerveza…

la vierto en el vaso más cercano

mirando cómo se acuna la espuma

como brindando su cobijo que casi le hablo

¡quiere probar mi fertilidad literaria! me digo

charlo empecinada sorbiendo un trago

contemplo la espuma

las gotas acurrucándose como en la orilla de un infinito

veo tu rostro y en eso me reclamo

¡qué hago con cigarros y cerveza!

una dama no puede perder la cabeza

aunque mire tu rostro dibujado en la espuma

mejor busco una pipeta plateada y un buen vino.

 

Llegaste  tarde, cuando el sol se iba poniendo

yo, bajo la fronda de un sauce

charlaba sola ¡no…!  más bien el me escuchaba

lo más hermoso de todo esto

que el murmullo que por ahí pasaba

 eran palabras que él me contestaba

no estaba sola, con su fronda disimulaba tu ausencia

contemplaba como iban cayendo cortinas trasparentes

que cada vez hacia verse el paisaje más oscuro

el sauce era un anarquista empedernido

que cubría sus palabras enramadas

con pequeños movimientos

las aves llegaban como cansadas de sus alas

dispuestas a encontrar algún abrigo

yo miraba ávida como se acurrucaban

una a una, ni una piaban

me miraste, tu no contemplaste lo que yo miraba

yo miraba embelesada a esas aves

verlas llegar a su refugio

me incitaban a buscar el mío

pero solo me miraste y me dijiste:

ꟷ¿tú que has bebido?

ꟷ¿acaso has tomado el viejo vino?

te miré a los ojos y con ellos solo dije:

no doblegues mi pena y sinsabor

con una excusa sin sentido.

 

Mis ojos y los tuyos conversaron rabiosamente

mi parpadeo se acurrucó pestaña con pestaña

ligándola como a un infinito

ante la gentilidad de la noche mire la luna

salía reptando por las nubes turbulentas

me tomaste de la mano y caminamos sin sentido

al caminar y soltarnos de la misma

me reí como una muda emitiendo un sonido

de pronto, vi estrellas que no brillaban en el cielo

sino a mis pies, ellas iban cayendo.

 

Al voltear y buscar hasta donde dejamos ese sauce

quise regresar, para despedirme de ese bello anarquista ¡mi amigo!

me quede como petrificada dejándome

por el viento acariciar

miré mi árbol triste, vi su llanto aún en la oscuridad

como pude corrí, y lo abracé muy fuerte

cuando escuche la voz de la sombra que me seguía

me dijo: “es la última vez que retorno vida mía”

al voltear para mirarlo no había más un par de copas

y la botella vacía de un buen vino.

 

 

Ivón Arce García