Enrique no era especialista, pero hinchó el pecho. El albañil aclaró que él no era analfabeto:
—Yo puedo escribir. Pero una carta así, no puedo.
—¿Y para quién es la carta?
—Para… ella.
—¿Y usted qué quiere decirle?
—Si lo sé, no le pido.
Enrique se rascó la cabeza.
Esa noche, puso manos a la obra. Al día siguiente, el albañil leyó la carta:
—Eso —dijo, y le brillaron los ojos—. Eso era. Pero yo no sabía que era eso lo que yo quería decir.
Eduardo Galeano
A veces las palabras danzan en mi cabeza
se amontonan por querer salir disparadas hacia la punta de mis dedos y bajar transformadas por la tinta de un lapicero.
Otras veces es tan grande el sentimiento
tanta la pureza de las palabras
que siento miedo de que se escapen y se alejen de tan hereje personaje.entonces ellas las palabras con vida propia, se mezclan en mi sangre y danzan ida y vuelta entre mi corazon y mi cerebro ,despertando en mi esa hermosa sensación del amor correspondido.
Cuando me llegan los versos pensando en ti, siento un río que me desborda y ya no puede mi dique de pudor, contener tanta energía .
El don de escribirte es un regalo de los dioses caprichoso y febril, las palabras un día ahi estan y en un otro es tan grande mi pasión que entreveradas en deseos y urgencias no las logró encontrar.
Tu , mi poema, tu mi abecedario, tu mi hoja en blanco, tu mi locura y mi pasión.
No dejes de sonreír a ver si así mis palabras vuelven por el tintero a fluir.
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