Calles estrechas
con planos inclinados.
casas sombrías.
Largos balcones,
algunos muy pintados
y barnizados.
Muros de piedra,
tejados a dos aguas
y mucha paz.
En la distancia
y arriba, en las praderas,
está el ganado.
Vacas tudancas
que pacen y sestean
indiferentes.
Pero su imagen,
igual que su color
les dan bravura.
La cornamenta,
el negro de su piel,
sus grandes ojos.
Porque te miran,
a ti o al infinito,
y hasta te buscan.
Es en Tudanca,
un pueblo misterioso
y con leyenda.
Rafael Sánchez Ortega ©
23/03/19