Los sitios, los lugares comunes
que frecuentamos
y que hoy me lanzan recuerdos
dolorosos,
los seguiré habitando
porque antes de vos los construí
porque antes de vos
los habitaron otros cuerpos,
otros sentimientos,
otras promesas de amor.
No puedo reclamarle a Benedetti
por los poemas que te leía en las noches
y que hoy no los puedo leer,
al menos en este momento.
No puedo demandar a García Márquez
por leerte “El coronel no tiene quién le escriba”
en una noche en que te quedaste dormida en mi pecho,
no puedo darle un sentimiento negativo
a mi espacio creado desde antes que vos aparecieras
y que abandonaste,
no puedo ponerle navajas a las paredes
que tantas veces nos vieron hacer el amor
al amanecer, al atardecer, en las horas de la madrugada,
no puedo quemar los libros que me regalaste
por mucho que duela tu ausencia.
Pero puedo volver a ser uno conmigo,
fundirme con mis sueños
y regresar a los poemas
inéditos de mi alma,
meterme en la rutina interminable
de enlistar los libros pendientes de leer
y renovarlos a cada rato;
puedo pasarme horas en mi patio durante las mañanas de fin de semana
y jugar con mis pensamientos, con los recuerdos siempre hermosos.
Puedo recordarte y olvidarte en la parsimonia
de preparar el desayuno…
puedo amar nuevamente,
puedo vivir nuevamente.