Me gusta soñarte desnuda
enhebrando los hilos blancos
que discurren del silencio apropiado
que bates en la arena inconfundible de tu piel
que se queda como un día inconcluso para mis dedos.
Me gusta soñarte de día
y encontrar en tus ojos mis tantos amaneceres
que se escapan de mi manta nocturna
con sus temblorosas uñas,
con rayas de mezquindad absurda que desde el cielo
transmiten los que invaden mi espacio,
los que quieren meterse en mi cerebro
sin que les de permiso,
sin preguntar si quiero,
sin siquiera importarles
por qué me escapo de todos para soñarte a solas.
Me gusta soñarte con mi simpleza rotunda,
con la tristeza erguida en mis signos vitales,
con el alma desnuda, en mi única alcoba;
me gusta como eres,
con la sonrisa morena encarnada en tus labios;
me gusta enamorarte cuando viajo al pasado,
cuando por descuido infrecuente me extravío,
cansado de oler rencores que brotan de la tierra.
Me gusta soñarte desnuda con los poros abiertos,
me gustas con tus ojos oscuros,
que como espejos gigantes te desnudan por dentro
hasta testarte en amantes partículas
con las que te cristalizo,
en un viaje de besos que no busca retorno.