En éstas resecas manos,
que acarician con palabras
el papel y los recuerdos,
guardo versiones de tu cuerpo,
el revoltijo de tus cabellos
envolviéndome los dedos.
Te voy sintiendo inmensa,
como el país más lejos
y el océano más grande.
Desde la voluntad,
me nacen ojos,
con ellos sigo los caminos
hacia tu garganta,
y en ella busco la voz,
que se propaga
en los confines de la tierra,
y choca contra mi amor,
que la levanta y le pone alas.
Eduardo A Bello Martínez
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