Para serte infiel debía invocar a mi otro yo,
el Dios que decía en mi boca
era contrario a la idea de libre albedrío,
debía camuflar los labios rojos.
Sonreír con cuchillos entre los dientes
para no maldecir al prójimo que me señalaba,
cantar historias de amor blanco
y no de la que salió de la jaula, sola...
Pero nadie logró mantener a la fiera,
el otro yo ha ganado las guerras,
antes de ser fiel a una sombra ajena
fui infiel, me invoqué a mi misma.