Hector Adolfo Campa

Gota a gota.... Desierto

Basta que el viento arroje sobre mi rostro su aliento, que el capullo brote, que la luz palidezca, que un alma dulce conmigo hable, para que una tormenta de pasiones se desborde en mi torrente sanguíneo. Al chocar con las borrascosas cumbres de mis razones, siguen el designio purificador de sus pétreos rincones. Bajan en manso arroyo por la colosal longitud de mi ser, dejando mil cuencas de vasto elixir para cualquier errante ánima con sed.

Repletos los lagos, los animales nocturnos me buscan cuando el carecer apremia, de mis aguas beben sabiendo que mis presas nunca pago han de exigir. Sus lenguas filosas y ardientes engullen el limpio producto fluctuante que me baña, se zambuten en bestial frenesí. Saciadas, las fieras se alejan, habiendo colmado sus almas de aquello que en sí les falta y se desborda en mí.

Los primeros soles revelan nubarrones en el horizonte. Se avecina otra tormenta. Se presagian diluvios de vida para las carentes almas que de noche me procuran. Paciente, entrego lo que tengo, sabiendo que algún día en mis pozos la desmesura no volverá, dejando mi bosque desierto, quedando la planicie de mi pecho con infinita sed que nadie, jamás, calmará.