Quiso el destino que tu
carecieras de agilidad. Movieras
antes el corazón que tus miembros.
Te lanzaste a la calle –devoradora--
y a las frutas pusiste piernas
de nylon.
Tras el puesto la tendera
te ofreció verdes doncellas
y luego se quitó la máscara
de bruja. Clavaste tu hambre
hasta sorber el veneno.
No duermes entre tules,
ni tienes la tez suave.
Lloras. No presionas con tus manos
la flor del magnolio,
ni bebes en vasijas carnosas.
En la arenas otoñales
no tiene sitio tu nobleza.
Las mejores cuernas esparcirán
babosas, espermatozoides sin fin
cubriendo todo el firmamento,
dibujando la Vía Láctea.
Muerdes
rabioso la almohada, reconviertes
tu propio llanto. Te enquistas.
y al día siguiente la luz
dibuja arpegios en la pared.
Arrastrarás tu zapato por el pasillo,
sinfonía de grilletes, amor maldito.
y mientras tanto miles de alcobas
fingirán
una lluvia de estrellas.