He deseado, digo imaginariamente,
recorrer tus caderas como en esas tardes, tardes noches, noches mañanas interminables
Que el silencio invernal de agosto
hable de nuestros recuerdos ya casi olvidados.
Es que mientras vienen a mi mente
tu olor de mujer adolescente
y tu sonrisa franca, llena de amor fortuito
y tu mirada me decía que lo nuestro ya era parte de nuestro futuro...
En los dias huecos, he sentido lo ingrata que es la memoria
Esta mañana supe que ya no estabas o ¿es que nunca estuviste?
La verdad ya no lo sé. Pero esos momentos que nos brindamos han sido los mejores. Son los mejores.
Y fueron tus manos frias en mi rostro, lo que mas extraño. Frias como el amanecer de Cieneguilla.
Mi rostro extraña tus manos frias.