Quizás un día sea un ave
que libre por el campo vuele,
y con un dulce canto,
a los vientos mí historia cuente.
Quizás ese día me atreva,
con mis fuertes alas de plata,
mas allá de las nubes elevarme
hasta una estrella dorada.
Quizás consiga alcanzarla,
como se alcanza el nirvana,
fundir mi cuerpo a su existencia,
y mi mente a su esencia.
Entonces mí luz brillará en el cielo
como brillan los luceros,
como lucen los faros
en el mar a los veleros.
Y en la noche observaré
ese mundo de odio y rencor,
destrucción y desamor,
que atrás compungido dejé.
Pero quizás mi luz brillante
ilumine el corazón del hombre
y éste por fin, sea capaz
de amar a su semejante.
F. R. Otero
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