Lenguas de fuego arden en el encendido ocaso
que de oro y grana tiñen el lejano horizonte,
mientras oscuras manos
van comprimiendo el manto de la azulada noche.
Cálidos silencios llenan el hueco del campo
que vacío han dejado los pájaros cantores,
avecillas gárrulas de variados colores
que alegran nuestras vidas con sus divinos cantos.
De la oscuridad se adueñan las aves nocturnas
que rompen con sus voces,
cantos lúgubres que hieren la densa penumbra
entre brumosos gemidos de la medianoche.
Gigantescas constelaciones llenan el cielo
de bellas figuras zoomórficas y geométricas,
entre todas sobresalen los blancos luceros
y el inmarcesible fulgor de la luna llena.