Su figura tan regia y mayestática
invadía de albores nuestra estancia;
con sonrisa tan fresca y carismática
era cielo con luz en abundancia.
Su mirar tan celeste, tan hipnótico,
conquistaba de forma prodigiosa,
tan sensual, tan divino, tan erótico,
me arrastraba en su estela luminosa.
¡Y su voz! Tan serena, tan romántica,
una dulce capella parecía;
subyugaba su magia quiromántica
y las fibras del alma estremecía.
¡Ella fue del amor mi copa jónica
toda llena de miel tan exquisita,
que embriagaba de forma tan hedónica
con esencia de blanca margarita;
como hiciera la reina babilónica
con el rey de la tierra israelita!
Autor: Aníbal Rodríguez.