Brom Beto

ENCUENTRO PLANEADO

 

 

 

La cita fue concretada para las tres de la tarde; hora sin razón ni lógica. El lugar elegido al azar, un aviso en el periódico frente a ella, en el momento de la charla telefónica, fue suficiente para concretar su decisión: el bar de los estudiantes en la Facultad de Filosofía, Departamento Humanidades.

 Se comenzó a preparar cerca del mediodía. Mientras almorzaba en  forma frugal, como de costumbre, pensó en la ropa que lograría despistarlo de manera contundente, para así esconder su verdadera personalidad, costumbres y otras yerbas. Para ello recurrió al ropero de su hermana mayor, sus medidas eran semejantes, pero gustos dispares por completo. Odiaba las polleras, por lo tanto decidió empezar por allí; la suerte calló en una no llamativa, color marrón claro, lisa, que no decía nada. Una remera mostaza con cuello bote le pareció adecuada. Una badana ancha, cremita, completó el disfraz. El odioso espejo, le devolvió una imagen bien distinta de la joven de pantalones y camisas holgadas. Los mocasines nuevos, sin estrenar, de su hermanita, calzaron como un guante en sus piececillos, y dejaron, bien despedidas, sus acostumbradas zapatillas Adidas.

 

De acuerdo a su idea formada sobre la chica, que prefirió no dar su nombre, pero a fuerza de su infalible sistema de convencimiento, logró sacarle un Graciela que apreció un tanto forzado y nada convincente;  la imaginó baja, de cuerpo agradable, vestida con sencillez, vestido o pollera, de colores nada llamativos; de andar suave, sin apuro, en fin, de aquellas jóvenes que no llaman la atención en público. Exacto su preferencia. Las veces anteriores no se dejó llevar por su instinto y buen chasco resultó. No era muy salidero, y el encontrar una buena compañera, era solo factible por medio de algún consejo de los muchachos del trabajo, o de un familiar. Vino a su memoria, su primera y única novia. Así lo creyó durante los dos años en los cuales estuvo seguro de haber encontrado la mujer de su vida. Un sorpresivo encuentro entre ella y el, hasta dicho momento, desconocido rival, provocó la desilusión de su existir. El shock fue tal, que inclusive comenzó entonces a formarse la idea que su relación con las mujeres no resultaban, convenciéndose que en él, radicaba la culpa. A Elsita le sucedieron algunas otras; al poco tiempo, quedaron, por distintas razones, perdidas en su camino sentimental.

 

Prefirió llegar un rato antes, buscar una mesa bien apartada y desde allí tener la posibilidad de observar, con unos minutos de ventaja, la llegada del susodicho. En las escalinatas, observó un grupo de estudiantes posando para un supuesto fotógrafo, a decir por su casaca llena de bolsillos, típico atuendo de dichos profesionales. Entró en la confitería y buscó la mesa más alejada de la entrada. Se ubicó, pidió una limonada, y comenzó a ojear °La guerra y la Paz°; el libro  acordado para que el galante pudiera reconocerla de inmediato. Un simulacro de reloj de arena, en el medio del recinto, amenazaba llegar, en mínimos segundos, a la hora señalada. Un misterioso click, la obligó volverse, el fotógrafo había obtenido un primer plano de sorpresa. Antes de atinar a expresar su descontento, el susodicho se adelantó y con un

    –Buenas tardes, Graciela, ¿no me equivoco, verdad?- se presentó a la programada cita.

   -¡Oh!, que manera de engañarme, con el disfraz lo tomé por un atrevido ladrón de caras, sí, soy yo, no se equivoca...

Se sentó, dejó la cámara en un costado de la mesa y agregó, -Veo que ya pidió un refresco, ¿me lo aconseja?

   -He, si, si... ¿siempre acostumbra a confundir a las personas, o este es un ardid empleado para este tipo de encuentros?

En forma pausada, se disculpó y aseguró que no sabía porque causa optó por esta triquiñuela, que no era su costumbre, pero quiso, de esta forma, evitar la con segura tirantez en los comienzos de aquel primer encuentro.

   -Espero, que no le ha molestado en demasía, no fue mi intención, me encuentro en desventaja, ¿me perdona?

   -Si, por supuesto, le confesaré que tengo cierto temor a las fotos de sorpresa, no me agrada hacer papel de ridículo, es más, nunca fui muy fotogénica, no poseo una carita como para poner en un marco de exposición, ¿verdad?

   -Le diré, que mi profesión no es la fotografía, no obstante me encanta pasear y llevar una buena cámara de compañía, no faltan oportunidades y es bueno lograr un recuerdo para guardar y llegado el momento revivir el instante.

La charla, que duró, más de lo esperado, en especial para ella, terminó con una promesa de reencontrarse, el siguiente fin de semana, para concurrir al cine; ambos admiraban las películas de terror, y Peter, se comprometió encargarse de las entradas. Intercambiaron los números de celulares, un suave y nada comprometedor beso en las mejillas y cada uno a su camino.

 

Ya rumbo al departamento, que compartía con su hermana, decidió abstenerse de comentar con ella, la verdadera razón del uso de sus ropas, le diría que las utilizó para el ensayo de la nueva obra que su grupo de teatro pondría en escena en la brevedad. Si la relación con Peter, encaminaría, ya la pondría al tanto de los pormenores; de esta forma evitaría comentarios y consejos superfluos, que tanto aborrecía, en especial de una solterona declarada como era su hermanita.

 

Nuestro galán, no confió en la actuación, muy ensayada de la señorita, desde un primer momento tuvo sus dudas, los espacios en blanco antes de cada respuesta, no fueron de su agrado, pero...era demasiado temprano para emitir juicio. Consideró no consultar con ninguno de los compañeros del trabajo, eran más que revoltosos y con seguridad tendrían insinuaciones que podrían complicarlo. Al día siguiente, a primera hora, se ocupó de reservar las entradas para el cine, no quería hacer papelones en su primer encuentro °oficial°. Consideró que sería atento de su parte invitarla a una buena cena como broche a la velada. No tenía mucha experiencia al respecto y por lo tanto recurrió a su hermano, gran amante del buen diente. Éste, llamado a su juego, aseguró que un lugar no muy concurrido, sería el escenario correcto para una cena romántica; el restaurante estaba situado en las afueras de la ciudad, a escasos diez minutos de viaje, y él mismo se encargaría de reservar una mesa, le aseguró que la cocina francesa, especialidad de la casa, concordaría a sus propósitos. Ahora solo restaba decidir qué tipo de ropa sería lo adecuado, decidió algo informal, remera y pantalón y quizás una campera. Durante los días que restaban hasta el sábado, quiso crear una imagen real sobre Graciela. Para ello trató de recordar las charlas telefónicas, a las que adhirió la conversación en el bar de la facultad. Dudó en cierto momento, pues recapacitando llegó a la conclusión que no coincidían entre sí, o sea que ella estaba sobre-actuando; las razones podrían ser varias y se dedicó a sopesar si continuar o no, con la obra de teatro preparada por la supuesta artista.

 

Vilma, la hermana de Cristian, el verdadero nombre de “Graciela”, no se tragó el anzuelo del cuentito de su hermanita, y consiguió después de no mucho esfuerzo, sonsacarle los pormenores del susodicho encuentro.

   -¿Por qué diablos te presentaste vestida con ropa tan en contra de tus maneras y costumbres? Ya de entrada, empezaste corriendo en contramano, ¡no te entiendo!

   -No sos quién para darme consejitos, y aparte no quería mostrar todas mis cartas en el primer juego, ya tengo ciertas experiencias al respecto.

   -Solo pregunté el porqué, pues no creo que si deseas entablar una relación, digamos estable, sea lógico esconder las cartas, siguiendo tu sistema de juego, como lo llamas. Pero, quizás tengas razón, hace lo que te plazca, es tu vida, queridita.

La semana transcurrió en forma normal; concurrió a sus clases de teatro, tuvo un examen escrito sobre el tema de la obra que estaban ensayando, no se preparó como debía y el escaso puntaje deterioró su libro de actor. Tuvo una semana bastante confusa, pues el Jefe de puesta en escena, le indicó poner más énfasis en el papel que representaría, que desde un comienzo había cuestionado su elección agregando que era muy elevado para sus aptitudes. Ella insistió y por lo visto, las cosas no marchaban.

 Llegó el sábado. Al sonar el teléfono, y al escuchar aquella voz, titubeó hasta captar de quien se trataba...

   -Siiii, hola...

   -Graciela soy yo, Peter, raro que no reconocieras mi voz, ¿perdón, estabas durmiendo, llamo más tarde...

   -No, no no, perdóname...estaba estudiando y me tomaste desprevenida, ¿Hola, hola, que tal, cómo estás?

   -No hay problema, no quisiera molestar, solo avisarte sobre lo del cine para esta noche, ¿vendrás, no?

   -Por supuesto, que pregunta, no te entiendo, ¿hoy te disfrazaste de cómico? ¡Cuántas personalidades tenés!

   -No, Gracielita, lo del otro día con la máquina fotográfica fue solo un chiste, un poco de humor, por lo visto no así lo entendiste, lo lamento. Tengo una sola cara, y actúo siempre con la misma. ¿Podés decir lo mismo?

Un silencio de duración astronómica ocupó la línea.

   -Hola, Graciela ¿Estás ahí?...

   -Eh...sí, sí, claro, te estoy escuchando, no doy crédito a mis oídos, dudas de mi palabra, apenas nos vimos unas horas y tienes el tupé de desconfiar de mí, ¿por quién me tomas? Me has ofendido, considero, que si aquí hay un impostor, con seguridad no soy yo. No creo que tenga nada positivo continuar esta conversación, ¿no lo crees?

   -¿Yo impostor? Pues bien, al igual que en el juego de cartas, lo que vale son las que se colocan sobre la mesa. Por lo tanto aquí expongo las mías: Traté de recordar nuestras largas conversaciones por teléfono, nada que ver con tu forma de hablar en el café de la facultad, dibujaste una joven abierta, libre, con ideales modernos, en contra posición con la persona sería, centrada, que lee libros que no concuerdan con la época y menos con la fisonomía dibujada. A decir de la vestimenta, me encontré con el típico uniforme de una persona mayor con la vida ya hecha, nada que ver con la del teléfono. Tienes razón, nada positivo hay en esta conversación, ni en nuestra relación. Lo que más lamento es las entradas para el cine, pues es un estreno. Pensándolo bien, hace mucho que le debo favores a mi hermano, le daré una sorpresa. Considero que cambios de papeles, de personajes, de vestimenta, son dignos de una actriz de teatro, por lo tanto te aconsejaría dedicarte a ello, con seguridad tendrías mucho porvenir. Hasta nunca Graciela, o como te llames.

El conocido click, resonó como un trueno. No supo si llorar, si patalear, o quizás gritar ayudaría. Quedó como una estatua, con el teléfono en la mano.

Al entrar Vilma, buscó  a su hermanita y la encontró en su pieza mirando la ventana, con el pelo revuelto y cigarrillo en mano.

   -¿Qué te pasa, mocosita, así vas a ir al cine?

   -DEJAMEEEEEEEEE....


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