Quisiera escapar de lo que siento,
escribir que simplemente fue un yerro,
un descuido,
un juego...
Pero no puedo.
Porque, aunque fuese un desliz,
al ver tu mirada fija en la presa
-la cual soy yo-,
¡maldita sea!
Brotan en mí
un sinfín de poemas.
Créeme…
abogué en favor de la razón,
decidí parar con esta ilusión;
alejándome de toda tentación…
Lástima que aquí,
las decisiones las tomas vos;
porque tu voz,
para mi es orden,
tus ojos,
morfina sin prescripciones
que calma mis dolores,
y tus labios,
el único salario por cual trabajaría sin descanso.