Yo la recuerdo siempre en una sonrisa,
arteriada de encantos tiernos para las espinas
de mis horas grises
Solía recordarme los aniversarios
e hincarme los silencios con su voz de suaves pétalos
mientras sus manos hablaban con el aire
Ahora quiero verla en el almuerzo
y visitarla en las tardes rojizas para el té cargado
con sus ansias a paladar brocado de dulces sentimientos
Ahora que deseo cenar, mi plato está vacío de su mesa
y mi lámpara de sus ojos. En esta tarde de sombra, penetran
en los guisos los cuchillos que en sus lutos han quebrado todo
Yo la recuerdo y en mi corazón la siento
llenando el vacío de las hondas soledades que la muerte
cava con nuestros brazos ya cansados de la vida
Yo la recuerdo y una imagen siempre está presente,
como un manto que me cubre las míseras desnudeces del amor
¡Sus ojos tiernos de piedad en el fuego del dolor!