De ante-beso y ante todo,
de antemano ya te amaba.
Necesité solo un poco
de tu existencia divina:
¡Ah, tu divina mirada!
Lo recuerdo, fue hace mucho,
yo era un niño vida mía,
no era listo, atento, ducho,
alegre, tenaz ni fuerte,
-sigo sin serlo, ya sé,
pero entonces no sabía-
por el contrario tu ser
me enseñó que nada temes.
Tú, la de los ojos como
espejos claros, diamantes
do brotaba el universo
mío, tú, la de los gestos
que refieren los amantes
en sus líricos relatos,
la indiscutible monarca
del misterio...
Y mi amor no pudo tanto
y no pudo con tus besos
y no pudo con tu canto
¡Dios mío tus besos!
Te amo.
Hoy mi espíritu ya roto
prueba el vino del recuerdo
tuyo. Qué dulce y amargo
sabe tu recuerdo solo,
qué dulce y amargo beso,
qué dulce y amargo todo...
Sin embargo, ya lo he dicho:
de ante-beso y ante todo,
de antemano ya te amaba,
y te amo... y necesito
ver de nuevo tu mirada.