Somos uno
en el eco de cada escrito,
siendo Tú mi verso
tras un instante y otro...
El principio activo
que resplandece a mis ojos,
el destino terco
al que lentamente me acerco...
Es vivir un juego
donde te busco y te encuentro,
y me introduzco
en tu infinita perfección...
Eres el amor vivo
cuando me voy, cuando me callo
y cuando regreso,
al remanso de tu verso amoroso...
¡Oh, mi buen Dios!
Siempre eterno en el tiempo.
Sabes que te adoro
con el mismo ardor con que te escribo...