Ofelio

DÉCIMA II

Yo, mujer, te quise tanto
con inmensa intensidad,
yo te amé tan de verdad
que sigue vivo el encanto
y si no derramé llanto,
fue asunto de la razón
que, al ver que tu corazón
mi corazón ya no quiso,
decidió no dar permiso
a tanta desolación.

Pero tanto echo de menos
tus besos de dulce mosto 
volviéronse mi regosto
y mi vino más ameno;
pues cuando libé tus senos,
probé el paraíso entero
y hoy solo me desespero
por tener, así, tus labios;
hoy lidio con el resabio
de tu “adiós” y mi “te quiero”.

Y si antes no fui a buscarte,
no fue por falta de amor
ni orgullo, fue por dolor
y no sé cómo explicarte,
tan solo quiero besarte;
puede parecerte burdo,
pero con verte me aturdo
y digo tantas tonteras,
ay, amada, qué no diera,
qué diera, por ti, este gurdo.

Y sigues siendo tan bella
que solo puedes ser tú
quien me quite esta inquietud,
quien mitigue mi querella;
y sigues siendo la estrella
que a lo mejor es fugaz
y ni así doy marcha atrás,
en la espera me consumo,
mientras de pronto perfumo
un “tal vez” con un “quizás”.