Nos dimos cita al sitio
fervientes, sedientos,
con altos sombreros
y baja moral,
y todos en el hormiguero
buscando su migaja,
exigiendo su tequila
y pidiendo su canción:
jaurias mesmerizadas
donde entre tanto alguien
todos eran nadie,
todo un tumulto expectativo,
ignorante de la nada
que se aproximaba.
Mesmamente:
la plática obligada
con un discreto y nacáreo
cantinero
de biodegradable bandera
y veneno apacible,
presente en el acto también,
la charla coqueta y ficticia
de una erubescente
y pulcra mesera
-Juanita de nombre-
pobrecita en deberes,
patrocinando hidrofóbicos
alternando gesto y sonrisa
adulada cual novia
fresca de rancho,
atrapada cual mariposa
en furiosa tormenta.
Y todos aquellos quienes
a dos pretéritas horas
vivían exánimes
irónicamente,
reían, cantaban
bebían: pagaban
contando entre sí
amores fingidos
historiales patraños
entre bulla y danza
entre escándalo y luces
con músicalefacción irradiante
que aturdía y alegraba;
y en la noche tan alta
como esos sucios sombreros,
todo con todos, en ese apogeo
con el clamor del saber
que la hora pico asomaba
y de rigor prometía
quehacer sin sentido,
placer sin contratos,
y culpa al oído.
...Pero yo...
mi sentimental
mozalbete persuasorio,
debilitado por la fuerza
de una visión y dos tragos
como sin aire, como si nada
balbucié y denoté
con semiprofunda pena
a infamiliares
y dizque amistades,
que mi presencia sobraba
y quería ya alejarse
de ese centro-panal
(tan vivaz y locuaz),
dada mi calidad antisocial
de a ratos.
-Servíanme ya la del estribo,
dicho sea de paso-
...dejálo ya, dejálo...
así fue ayer y así fue siempre
olvidá los disparates...
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