Cantan las aguas
al borde del sendero
y el río pasa.
Sigue su cauce
por saltos y meandros
hasta la ría.
En ella duerme
se estira y emborracha
de agua salada.
Tú te despiertas,
pequeña mariposa,
y también marchas.
Alzas tu vuelo,
te vas con tu sonrisa
detrás del alba.
Quizás me busques,
me entregues el regalo
de ver tus ojos.
Y mientras tanto
la vida continúa,
no se detiene.
Cantan las calles,
que sienten las pisadas
de tanta gente.
Cantan los pechos
y, entonan mil latidos,
los corazones.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/03/19