No eras tú,
no era yo,
no era nada
y era todo,
de súbito
todo estaba
hirviendo
en nosotros,
girando
con nosotros,
exaltándonos,
como si la vida entera
hubiera
invernando,
enmudecida,
para brotar
repentinamente,
de tus ojos a los míos,
de mi boca a tu boca,
restaurando
en segundos,
el equilibrio natural
de la procreación.
Eduardo A Bello Martínez
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