Esta mano viviente, ahora tibia
Y capaz de estrechar fervorosamente,
De tal modo, si estuviese ya fría
Y en el glacial silencio del sepulcro,
Obsesionaría tus días
Y helaría los sueños de tus noches,
Que llegarías a desear
Tu propio corazón exhausto de sangre
Con tal de que en mis venas
La purpúrea vida fluyese de nuevo,
Y tu conciencia pudiese recobrar la calma...
Aquí está, mira... hacia ti la tiendo.